Desde temprana edad, hemos sido entrenados para lograr tareas basadas en razonamiento lógico, comprensión de palabras y pensamiento visual. Tales habilidades se miden en pruebas estandarizadas diseñadas para evaluar la inteligencia y el resultado es nuestro Cociente Intelectual, nuestra puntuación de IQ. Sin embargo, carecemos de competencia para abordar tareas que requieren inteligencia emocional. En muchos casos, no hemos sido adecuadamente guiados para identificar y expresar nuestras emociones. Eso es lo que se trata de la inteligencia emocional.
La competencia emocional se define como la capacidad de identificar, entender, expresar (autoconciencia), manejar (autocontrol) y utilizar los propios sentimientos y los de los demás (conciencia social). (Mayer y Salovey, 1997) [1]. El término inteligencia emocional se hizo ampliamente conocido con la publicación del libro de D. Goleman: Inteligencia Emocional: ¿Por qué puede importar más que el coeficiente intelectual? (1995).
Con eso en mente, me gustaría explicar los componentes de la inteligencia emocional en el contexto de una situación laboral y el enfoque emocional inteligente de 3 pasos para abordarla.
Situación: Imaginate que el proyecto en el que has estado trabajando durante los últimos 3 meses ha sido desfinanciado y tu jefe te dice que sus tareas tendrán que ser completamente reevaluadas. Tu primera reacción podría ser sentirte frustrado, enojado, defensivo y decepcionado.
Incluso si la situación se siente incómoda, este es el punto de partida para abordarla desde una perspectiva emocional competente.
Emociones como sistema de guía – autoconciencia
Primero, etiquete sus emociones y reconózcalas como una interpretación de sentimientos. También se debe reconocer la intensidad de la emoción. Las emociones señalan qué tan precisamente estamos alcanzando los objetivos establecidos por nuestro sistema motivacional. Por lo tanto, cuanto más involucrado está nuestro sistema motivacional con una situación, más fuertes son nuestros sentimientos. Tenga en cuenta que la forma en que «sentimos» las emociones se ha reformado y filtrado según nuestro contexto socio-cultural y experiencias pasadas.
Ejemplo: Me siento muy enojado (etiquetando la emoción) ya que había invertido toda mi energía y tiempo en el proyecto durante los últimos 3 meses. Me lleva de regreso a una experiencia en la que mi dedicación y compromiso no fueron reconocidos.
Incorporando emociones – gestión personal
Una vez que podemos describir cómo nos sentimos y con qué intensidad lo sentimos, podemos revelar emociones más profundas e identificar los valores que están siendo comprometidos por la situación. En este momento, tenemos la posibilidad de manejar las emociones de una manera doble: primero, reconociéndolas y aceptándolas; y segundo, eligiendo cómo reaccionar ante la situación que desencadenó la emoción.
Ejemplo: Me siento frustrado (emoción subyacente) al percibir que no se ha reconocido mi trabajo (se cuestiona el valor del reconocimiento).
Empatía – conciencia social
Una vez que hemos concluido nuestra propia evaluación emocional interna, es hora de volcarnos hacia la otra parte. Lo hacemos desarrollando nuestra competencia emocional a través de la empatía. Necesitamos adoptar una empatía cognitiva de cabeza a corazón entendiendo la perspectiva de la otra persona, una empatía emocional de corazón a corazón sintiendo lo que alguien más siente más una preocupación empática para poder percibir cuáles son sus necesidades. Sin embargo, exagerar puede llevar a la fatiga de la compasión. No hacerlo lo suficiente puede aplazar nuestras conexiones personales con los demás.
Ejemplo: La decisión de desfinanciar el proyecto viene de la alta dirección por lo que mi jefe no ha supervisado mi dedicación y compromiso con el proyecto. Seguiré adelante con mis nuevos proyectos asignados con la misma dedicación y entusiasmo.
Al seguir este proceso de tres pasos, somos propensos a desarrollar una capacidad de resiliencia y autoconciencia, mejorando no solo nuestra capacidad para abordar futuras situaciones de manera competente, sino también fomentando mejores decisiones.
En una nota final: una vez que las emociones han sido ventiladas y la situación discutida, SIGUE ADELANTE. El objetivo es aprender de la experiencia y desarrollar nuestras competencias emocionales, una tarea pendiente desde nuestros días de escuela.
[1] Mayer, J. D., & Salovey, P. (1997). ¿Qué es la inteligencia emocional? En P. Salovey y D. Sluyter (Eds.), Desarrollo emocional e inteligencia emocional: implicaciones educativas (pp. 3-34). Nueva York, NY: Basic Books.PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN SIN AUTORIZACIÓN DEL AUTOR